lunes, 20 de enero de 2014

El Salón de París


A partir de la Exposición Universal que se realizó en Paris en 1855, se estableció a Paris como capital del arte mundial. A esta ciudad acudían las mayores personalidades de Europa para  contemplar las mejores obras de arte que se estaban realizando y a sus autores. Las exposiciones de arte parisinas corrían a cuenta del Salón de París, por lo que cualquier artista que se quisiese ser conocido y poder vender su obra tenía que estar en esta exposición.

 En esta gran exposición, a la cual se alababa en los periódicos de todo el mundo, no faltaban las tensiones y peleas entre el Salón y los artistas, especialmente el grupo de los impresionistas que se estaba conformando en estos años.  El principal punto de conflicto eran los criterios que seguía el jurado de admisión a la hora de aceptar o rechazar las obras, los cuales en general buscaban obras de corta clásico y, en ocasiones, muy similares entre ellas. De estas exposiciones, Arthur Stevens hace una critica al Salón de 1863 en la que dice: “Al recorrer las salas de la Exposición de Bellas Artes, advierto que todas esas obras, con muy pocas excepciones, podrían llevar la misma firma: hasta tal punto carecen de originalidad y de fisonomía propia. Solo tras un examen atento y minucioso se llegan a notar las diferencias de manera, los matices del talento y el grado de habilidad que acusa cada una de ellas.”
Grabado del Salón de 1863

Debido a las fuertes críticas y quejas por parte de artistas y críticos de arte, se organiza en  1863 y 1864 el Salón de los Rechazados, donde se exponen todas las obras que no han sido aceptadas en el Salón oficial. Esto permitió una liberalización de las obras de arte que se podían exponer y a las que tenía acceso  la mayor parte de los ciudadanos, periodistas y críticos. Se realizó un nuevo Salón de los Rechazados en 1874, pero ninguno de los tres tuvieron el éxito que se buscaba y los artistas siguieron estando sometidos a los criterios del jurado del Salón para poder exponer allí sus obras. Lo que provocó una gran imposición de los criterios de la Escuela de Bellas Artes de París en el arte que se estaba creando.

Durante los años sesenta y setenta la temática que primaba en las obras expuestas en el Salón eran de corte mitológico, religioso o histórico. En todas estas obras se ve una gran influencia de las obras de la antigüedad y del renacimiento, en las que se buscaba inspiración. Poco a poco empezaron a tener un mayor peso las escenas costumbristas, aunque todas las obras expuestas en el Salón se caracterizan por tener un corte muy clasicista.

En diciembre de 1890, William-Adolphe Bouguereau defendió la idea de que el Salón debía exponer obras de artistas jóvenes, aún no premiados. Ernest Meissonier, Puvis de Chavannes, Auguste Rodin y otros grandes artistas del momento, no estaban de acuerdo con esta nueva forma de organizar el Salón, creando la Sociedad Nacional de Bellas Artes  y su propia exposición. En 1903, muchos artistas de la época se rebelaron contra la organización conservadora del Salón, crearon el Salón de Otoño. Una exposición de mayor libertad temática y en la que eran aceptados un mayor número de artistas.

La relación entre el Salón y los impresionistas fue una “relación de amor y odio”, ya que estos eran aceptados y rechazados de la exposición dependiendo de los años y los componentes del jurado. Por otro lado, muchos de los artistas de este grupo buscaban ser aceptados por el Salón para tener una mayor difusión de sus obras.

BIBLIOGRAFÍA

FUNDACIÓN MAPFRE, Impresionismo. Un nuevo renacimiento, 2010

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