A partir de la Exposición Universal que se realizó en Paris
en 1855, se estableció a Paris como capital del arte mundial. A esta ciudad
acudían las mayores personalidades de Europa para contemplar las mejores obras de arte que se
estaban realizando y a sus autores. Las exposiciones de arte parisinas corrían
a cuenta del Salón de París, por lo que cualquier artista que se quisiese ser
conocido y poder vender su obra tenía que estar en esta exposición.
En esta gran
exposición, a la cual se alababa en los periódicos de todo el mundo, no
faltaban las tensiones y peleas entre el Salón y los artistas, especialmente el
grupo de los impresionistas que se estaba conformando en estos años. El principal punto de conflicto eran los
criterios que seguía el jurado de admisión a la hora de aceptar o rechazar las
obras, los cuales en general buscaban obras de corta clásico y, en ocasiones,
muy similares entre ellas. De estas exposiciones, Arthur Stevens hace una
critica al Salón de 1863 en la que dice: “Al recorrer las salas de la Exposición
de Bellas Artes, advierto que todas esas obras, con muy pocas excepciones,
podrían llevar la misma firma: hasta tal punto carecen de originalidad y de
fisonomía propia. Solo tras un examen atento y minucioso se llegan a notar las
diferencias de manera, los matices del talento y el grado de habilidad que
acusa cada una de ellas.”
Grabado del Salón de 1863 |
Debido a las fuertes críticas y quejas por parte de artistas
y críticos de arte, se organiza en 1863 y 1864 el Salón de los Rechazados,
donde se exponen todas las obras que no han sido aceptadas en el Salón oficial.
Esto permitió una liberalización de las obras de arte que se podían exponer y a
las que tenía acceso la mayor parte de
los ciudadanos, periodistas y críticos. Se realizó un nuevo Salón de los
Rechazados en 1874, pero ninguno de los tres tuvieron el éxito que se buscaba y
los artistas siguieron estando sometidos a los criterios del jurado del Salón
para poder exponer allí sus obras. Lo que provocó una gran imposición de los
criterios de la Escuela de Bellas Artes de París en el arte que se estaba
creando.
Durante los años sesenta y setenta la temática que primaba
en las obras expuestas en el Salón eran de corte mitológico, religioso o
histórico. En todas estas obras se ve una gran influencia de las obras de la
antigüedad y del renacimiento, en las que se buscaba inspiración. Poco a poco
empezaron a tener un mayor peso las escenas costumbristas, aunque todas las
obras expuestas en el Salón se caracterizan por tener un corte muy clasicista.
En diciembre de 1890, William-Adolphe Bouguereau defendió la
idea de que el Salón debía exponer obras de artistas jóvenes, aún no premiados.
Ernest Meissonier, Puvis de Chavannes, Auguste Rodin y otros grandes artistas
del momento, no estaban de acuerdo con esta nueva forma de organizar el Salón,
creando la Sociedad Nacional de Bellas Artes y su propia exposición. En 1903, muchos
artistas de la época se rebelaron contra la organización conservadora del
Salón, crearon el Salón de Otoño. Una exposición de mayor libertad temática y
en la que eran aceptados un mayor número de artistas.
La relación entre el Salón y los impresionistas fue una
“relación de amor y odio”, ya que estos eran aceptados y rechazados de la
exposición dependiendo de los años y los componentes del jurado. Por otro lado,
muchos de los artistas de este grupo buscaban ser aceptados por el Salón para
tener una mayor difusión de sus obras.
BIBLIOGRAFÍA
FUNDACIÓN MAPFRE, Impresionismo.
Un nuevo renacimiento, 2010
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